
Es muy fácil dejarse llevar por la magia de la región de Friburgo. Las montañas y los paisajes diversos despiertan el interés por explorar y aventurarse. Poco importa la meteorología, siempre hay una taberna en los pastos de altura para hacer entrar en calor a los senderistas. Al borde del agua o en una terraza soleada, los placeres de la mesa encantan el gusto y la vista con sabrosos productos regionales. La historia de ciudades medievales, sus callejuelas pintorescas y sus visitas inéditas inspiran la fantasía. Las tradiciones artesanales o culturales, preservadas con esmero, son igualmente tesoros por descubrir. Os presentamos algunos de sus grandes atractivos turísticos:
FRIBURGO
El casco antiguo de Friburgo es considerado uno de los más bellos de Suiza. Este barrio pintoresco acompaña a los meandros del río Sarine y la magia de su encanto no nos dejará indiferentes. Primero está su arquitectura medieval, un auténtico viaje en el tiempo que inspira a callejear. Después sus edificios que concentran una de las más importantes colecciones de fachadas góticas de Europa; y por último su catedral de San Nicolás, emblema de la ciudad. Esa sí, es la visita ineludible.

Friburgo
Terminados éstos es momento descubrir los artistas contemporáneos como Jean Tinguely y el arquitecto Mario Botta. Ambos jalonan la visita a la ciudad con algunas de sus célebres obras. Y no nos olvidemos de sus catorce puentes, los más antiguos de los cuales datan del siglo XIII. Son otros puntos de atracción fascinantes. El más reciente, el puente de la Poya, terminado en 2014, es también el más largo del país. Sus obenques se dibujan elegantemente en el cielo.
Friburgo es, además, una estupenda ciudad universitaria, llena de vida y destaca por su gran actividad cultural y su gastronomía rica y sabrosa. Los museos y galerías sacan a la luz el arte contemporáneo, la historia y el patrimonio regional. Hay sorpresas por descubrir y pequeñas joyas en el Museo Suizo de la Marioneta y en el Museo de la Máquina de Coser.
No nos olvidemos del Chocolate Villars, que se fabrica desde hace más de 100 años y que puede saborearse en el café de la fábrica.
Entrada la noche también se guardan gratas sorpresas sobre a todos aquellos a quienes les gusta la cerveza en las numerosas direcciones culinarias que colmarán todos los deseos ya sea de platos típicos o de alta gastronomía.
GRUYÈRES, MÁS ALLÁ DEL QUESO
Con aspecto de cuento y sabor a queso, la villa de Gruyères es uno de los rincones más bellos de toda Suiza. Coronada por un castillo de ochocientos años y custodiada por los montes Moléson al suroeste y Dent du Chamois al noroeste, ofrece al visitante unas vistas maravillosas de los prealpes de la región de Friburgo. Y eso no es todo. Es un destino de peregrinación para amantes y aficionados a los alienígenas y tiene en su interior un trocito del Tíbet.
Para qué engañarnos. Gruyères es un lugar claramente turístico, aunque eso no tiene porqué resultar un problema. Es verdad que la mayoría de caras que verás por las apenas tres callejuelas del pueblo no serán gruyérien. De hecho, poco más de 2.000 personas están censadas ahí. También es cierto que la localidad está repleta de tiendas de souvenirs, algunas auténticas y otras más kitsch. Pero si alternas lo típico con alguna ruta off-track, seguro que podrás admirar paisajes de ensueño. He ahí su atenticidad.
LA CIUDAD MEDIEVAL
La cara conocida e imprescindible. Apenas tardarás quince minutos en recorrerte Gruyeres de punta a punta. Empezando por la famosa plaza de las casas medievales, fotografiada por cualquier turista que visita la villa, llegando hasta La Chapelle à Calvarie, que te hará elegir el segundo paso.
Hacia abajo, la Église Saint Théodule y el cementerio. Hacia arriba, el Chàteau de Gruyeres. La primera opción te hará alzar la mirada hacia el castillo y recordar historias caballerescas. La segunda opción, conducirá tu vista al horizonte, con el campanario de la iglesia al frente y el Dent du Chamois al fondo.
LOS ALREDEDORES DE GRUYÈRE
Naturalmente atractivo. El paisaje es el gran activo de esta pequeña villa suiza, donde cada rincón se convierte en el mejor de los miradores. Aunque la fórmula secreta para dar con ellos es tan simple como conectar un paso tras otro y deambular, puedo chivarte algunas pistas de dónde encontrarlos. Obtendrás buenas vistas andando desde la estación de tren hasta el núcleo antiguo, un camino de unos veinte minutos.

Castillo de Gruyères
Rodear el castillo también será una buena decisión si quieres construir una panorámica mental de 360 grados.
Aunque te recomiendo vivamente acercarte a los ventanales de las murallas junto a la iglesia y atravesar la puerta campo abajo siguiendo el Charrière des Morts. Desde ahí verás la villa en su totalidad: murallas, iglesia y castillo.
La comida: fondue o raclette
Poca variedad pero, ¿para qué pedir más? La gastronomía suiza no es conocida por su diversidad de productos. Predominan los platos calóricos, algo ideal para combatir las bajas temperaturas que invaden el país la mayoría del año. El queso domina y en Gruyères más, cuna de esta denominación de origen protegida. Probarlo en una raclette, fundido sobre media patata con piel y acompañado de pepinillos y cebolletas en vinagre, o en una fondue, hundiendo trozos de pan en una cazuela a rebosar de queso fundido, es lo más.
De postre: chocolate caliente
La guinda de una comida calórica. Y otra de las maravillas gastronómicas suizas. Puedes probarlo en la mejor chocolatería de Gruyères, donde podrás degustar desde el chocolate más puro hasta recetas condimentadas con canela o complementadas con fruta o frutos secos. ¡Saca el vicio que llevas dentro!
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