Cuando uno abandona Bangkok y enfila una ruta hacia el oeste lo normal es que vaya al encuentro de Ayutthaya, la perla de Siam.
Capital del reino entre 1350 y 1767 fue el más floreciente centro de Indochina entre los siglos XIV y XVI. Aunque la antigua ciudad del oro reluciente está hoy plagada de ruinas sorprende la superabundancia de santuarios y pagodas, y la maravillosa arquitectura de las residencias reales.
Treinta y cinco reyes la gobernaron durante más de cuatro siglos hasta que llegó a alcanzar el millón de habitantes que vivían en casas de madera sobre pilotes, en la confluencia del río Chao Phraya con dos de sus afluentes, Pasak y Lopburi.
Numerosos viajeros y embajadores occidentales describieron su celebridad: las maravillas y bellezas de una ciudad que tenía más de 500 templos construidos en ladrillo y laterita.
Convertida en Parque Histórico de Sukhotai, ofrece en un radio de cinco kilómetros la posibilidad de admirar una veintena de lugares interesantes con varios de sus edificios exquisitamente restaurados.
Y es que en 1767 cayó en manos de los birmanos. Saqueada e incendiada, su prestigio se eclipsó y aunque hubo de ser abandonada a su suerte entre la progresiva maleza invasora, nunca perdió su brillo. Hoy, las visitas al wat Yai Chai Mongkol, rodeado de un sinfín de estatuas de Buda; al wat Phra Sri Sanphet; y al Virharn Phra Mongkol Bopitrm, que alberga el mayor Buda de bronce del país, constituyen el eje central de un recorrido histórico por Ayuttaya y consolidan uno de los retratos más representativos.
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Dónde dormir: Hotel Sala de Ayutthaya. Situado frente al famoso Wat Phutthaisawan.
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